Afortunadamente no había yo celebrado aquí en el blog lo que fue, por corto tiempo, la mejor noticia que había recibido el colectivo gay colombiano: la Cámara había aprobado la ley de derechos patrimoniales y de seguridad social para las parejas del mismo sexo, proyecto que estuvo a punto de hundirse en esa corporación. Todo lo que faltaba en adelante era un simple trámite de conciliación y la aprobación final de la ley se daba por descontada. Pero no fue así. Ayer en la tarde se hundió la conciliación y por lo tanto el proyecto. No importa que se haya discutido ampliamente en el Senado y la Cámara (en comisiones y en plenaria) y en los medios: ayer el proyecto se hundió por las más diversas y pueriles causas: miembros del partido de la U que lo habían votado a favor, se "voltiaron" y lo votaron esta vez en contra (parece ser que por venganzas políticas y bajezas semejantes); muchos senadores estaban en su casa haciendo ya su maleta, ansiosos por irse a sus merecidas vacaciones (trabajar de miércoles a viernes genera estragos en el cuerpo y el espíritu que solo se pueden recuperar con vacaciones de más de tres meses al año); Benedetti, el valiente senador que defendió el proyecto en el senado, se confió y no estuvo al tanto de como iba a ser votada la conciliación; los cristianos pidieron una votación individual y no en bloque (lo que en últimas fue el boquete que permitió la voltiada de los senadores de la U), etc, etc y un largo etc. Y de nuevo todos nosotros nos quedamos con los crespos hechos, plantados en el altar, insultados e indignados. No hay derecho a que seamos nosotros quienes paguemos los platos rotos de las venganzas políticas, del desorden del partido de gobierno y del caos del Congreso en general. Reluce nuevamente el odio incomprensible que nos tienen los congresistas dizque "cristianos".
El señor presiente de la Cámara
Cuello Baute debe estar frotándose las manos de la dicha, esbozando una sonrisa de complacencia. Se ha sacado una espina pues aunque usó su poder para frenar cuanto pudo el debate en la Cámara y recurrió luego a los insultos cuando la ley finalmente fue aprobada, había sido derrotado duramente con la aprobación de la ley. Ahora sonríe de nuevo porque ni él mismo pensaba que este fiasco iba a poner freno a una iniciativa que tantos problemas enfrentó pero que ya todos daban como un hecho.
Hasta José Obdulio Gaviria, el más godo de los godos y guardia pretoriano mayor de Uribe, estaba estupefacto (hay que decirlo en todo caso, Uribe siempre estuvo a favor del proyecto, cosa que se le agradece)
Todo este insulto, mayor aún a cualquiera que tengamos que recibir a diario, cuando por fin el consenso de la mayor parte de la sociedad y la política nacional se había puesto a nuestro favor, es una derrota que nos humilla, pero que también nos debe poner en alerta. Nos quedamos, de nuevo, como ciudadanos de segunda y eso no puede seguir así: el otro semestre se tendrá que iniciar la batalla, desde el principio. Fuerza y voluntad.