Cien Años de Soledad
Por estos días Gabo ronda en boca de todos: cumplió ochenta años el escritor, se celebró el aniversario 25 de haber recibido el Nobel y se cumplen 40 años de la publicación de Cien Años de Soledad. Hoy el autor fue celebrado en el Congreso de la Lengua en Cartagena. Mejor dicho, Gabo hasta en la sopa. Algunos dicen que es excesivo, pero creo que siempre serán mejores todos los homenajes que le hagan a uno en vida que un bello mausoleo conmemorativo. Además creo que Gabo, en su faceta de escritor, se los merece.
Leí Cien Años de Soledad a los 14 años y puedo decir, corriendo el riesgo de caer en clichés del más desgastado chovinismo literario, que ese libro representó para mí el más feliz de los descubrimientos. Mi vida cambió, tengo que decirlo, porque la fuerza y poder de ese libro llegó a lo más profundo de mi joven espíritu. A esa edad cualquier libro de más de 200 páginas se mira con recelo y se levanta con bostezos. Tengo que decir que en ese entonces (quién sabe como será ahora) era lectura obligada en el colegio y no tuve más remedio que tomar el ejemplar que había en la biblioteca de mi abuelo. Y pronto quedé prendado de la saga de los Buendía, leyendo sin pausa cada día durante dos semanas, maravillado de esa fábula colombiana y caribeña que se hace universal. Ahora que soy lector aficionado, tengo que decir que fue gracias a Cien Años que el hábito de la lectura se afianzó en mí desde la juventud, lo que ha sido toda una fortuna. Nada mejor que un libro para pasar esas tardes en que uno está solo y aburrido, alojado en un hotel lejos de todo, en un avión sin compañia o perdido en una playa soleada. No sé que haría sin ellos.
Por muchos años pensé que Cien Años era insuperable y lo consideraba mi libro favorito. No obstante siempre llegaron a mí otras maravillas impresas que me marcaron de otras maneras (y que ahora no voy a citar porque no viene al caso). Ahora pienso que Gabo ya no es más mi autor favorito, que ya escribió todo lo que tenía que escribir, que no todo lo que ha escrito es tan sobresaliente y que además, ya es hora de que otras voces colombianas sean leídas, como en efecto felizmente ha ido ocurriendo.
Cien Años de Soledad es el Génesis de nuestro país, de nuestra América, de nuestro mundo, y por eso es universal. Todas las historias están allí, el mundo (o casi todo) está resumido en sus páginas. El realismo mágico en su máxima expresión. Lo he leído en dos ocasiones más y cada vez lo he visto desde nuevas perspectivas, cada vez he leido un libro diferente (uno no se baña dos veces en el mismo río y así mismo, uno no lee dos veces el mismo libro, me dijo hace poco un ingenioso). Siempre he encontrado una obra magistral, llena de metáforas surrealistas de la vida. A propósito: ¿Y las mariposas amarillas? ¿Por qué son tan representativas del mundo macondiano? Mauricio Babilonia aparece ya hacia el final de la historia, siempre rodeado de mariposas de ese color, siguiendo enajenado a su enamorada. Yo creo que no son otra cosa que esas mariposas que uno siente en el estómago cuando está enamorado y son amarillas porque a Gabo le encanta ese color. Es decir, las mariposas amarillas son el amor. Tal exhibición tan vistosa de sentimientos le costo caro a Babilonia, el único personaje que realmente amó en la historia de Macondo, pues su osadía le valió un disparo por parte de su suegra, la amargada Fernanda del Carpio. Fue el padre del último descendiente de los Buendía, que nació con cola de cerdo, lo que anunciaba el fin de la estirpe condenada a vivir cien años de soledad.
Quien no lo haya leído todavía puede ir y comprar la edición conmemorativa que se ha publicado por estos días. Creo que es algo que todo colombiano debería hacer para que juzgue si es verdad todo lo que se ha dicho por estos días. Estoy seguro de que estará de acuerdo.
Y dejemos la quejadera (vicio esteril): que Garcia Marquez vive en el extranjero, que es amigo de Fidel, que no ayuda a nuestro país, que es el colmo que él sea celebrado mientras el país se incendia, que esto y que lo otro, como si García Márquez, por el simple hecho de ser un escritor famoso tuviera que cargar con los líos que entre todos hemos armado; como si tuviera que ser una persona pía; siempre querida; límpida y transparente; más del reino de los cielos que del mundo. Pamplinas: él es un escritor consumado y no tiene porque venir a resolver entuertos porque, además, si lo hiciera, no lo haría nada bien ya que él es escritor, no político o tecnócrata. Y si es amigo de Fidel, pues que lo sea. No creo que esa amistad legitime ese regimen moribundo desligitimado ya suficientemente por el propio Fidel y compañía. Hay que juzgarlo por lo único que se puede juzgar a un escritor: por su obra, que habla por él. Juzgarlo por su forma de ver o de pensar la vida, de sus gustos o aficiones personales (si es que ningún mal le hacen a nadie) me suena, me suena... y no me gusta como se oye.
* * *
Apunte sobre el post anterior: gracias a todos por los comentarios sobre mi entrada anterior, un tema siempre polémico. Haciendo una pequeña conclusión sobre un tema del que se puede decir mucho, creo que la paternidad es un desafío para todos, heteros u homos, aunque sí, para estos últimos, como dice Milo, siempre será una labor aún más exigente. A quienes pasaron por aquí por primera vez, muchas gracias. Por otro lado, Joey hace alusión a algo que yo siempre he pensado: que los gay tenemos cierto complejo de Peter Pan, en parte, creo yo, por el hecho de querer ser eternos adolescentes, persiguiendo siempre la efímera juventud (y por perseguir hablo en todos los sentidos). Creo que es buena idea para un post posterior.
Leí Cien Años de Soledad a los 14 años y puedo decir, corriendo el riesgo de caer en clichés del más desgastado chovinismo literario, que ese libro representó para mí el más feliz de los descubrimientos. Mi vida cambió, tengo que decirlo, porque la fuerza y poder de ese libro llegó a lo más profundo de mi joven espíritu. A esa edad cualquier libro de más de 200 páginas se mira con recelo y se levanta con bostezos. Tengo que decir que en ese entonces (quién sabe como será ahora) era lectura obligada en el colegio y no tuve más remedio que tomar el ejemplar que había en la biblioteca de mi abuelo. Y pronto quedé prendado de la saga de los Buendía, leyendo sin pausa cada día durante dos semanas, maravillado de esa fábula colombiana y caribeña que se hace universal. Ahora que soy lector aficionado, tengo que decir que fue gracias a Cien Años que el hábito de la lectura se afianzó en mí desde la juventud, lo que ha sido toda una fortuna. Nada mejor que un libro para pasar esas tardes en que uno está solo y aburrido, alojado en un hotel lejos de todo, en un avión sin compañia o perdido en una playa soleada. No sé que haría sin ellos.
Por muchos años pensé que Cien Años era insuperable y lo consideraba mi libro favorito. No obstante siempre llegaron a mí otras maravillas impresas que me marcaron de otras maneras (y que ahora no voy a citar porque no viene al caso). Ahora pienso que Gabo ya no es más mi autor favorito, que ya escribió todo lo que tenía que escribir, que no todo lo que ha escrito es tan sobresaliente y que además, ya es hora de que otras voces colombianas sean leídas, como en efecto felizmente ha ido ocurriendo.
Cien Años de Soledad es el Génesis de nuestro país, de nuestra América, de nuestro mundo, y por eso es universal. Todas las historias están allí, el mundo (o casi todo) está resumido en sus páginas. El realismo mágico en su máxima expresión. Lo he leído en dos ocasiones más y cada vez lo he visto desde nuevas perspectivas, cada vez he leido un libro diferente (uno no se baña dos veces en el mismo río y así mismo, uno no lee dos veces el mismo libro, me dijo hace poco un ingenioso). Siempre he encontrado una obra magistral, llena de metáforas surrealistas de la vida. A propósito: ¿Y las mariposas amarillas? ¿Por qué son tan representativas del mundo macondiano? Mauricio Babilonia aparece ya hacia el final de la historia, siempre rodeado de mariposas de ese color, siguiendo enajenado a su enamorada. Yo creo que no son otra cosa que esas mariposas que uno siente en el estómago cuando está enamorado y son amarillas porque a Gabo le encanta ese color. Es decir, las mariposas amarillas son el amor. Tal exhibición tan vistosa de sentimientos le costo caro a Babilonia, el único personaje que realmente amó en la historia de Macondo, pues su osadía le valió un disparo por parte de su suegra, la amargada Fernanda del Carpio. Fue el padre del último descendiente de los Buendía, que nació con cola de cerdo, lo que anunciaba el fin de la estirpe condenada a vivir cien años de soledad.
Quien no lo haya leído todavía puede ir y comprar la edición conmemorativa que se ha publicado por estos días. Creo que es algo que todo colombiano debería hacer para que juzgue si es verdad todo lo que se ha dicho por estos días. Estoy seguro de que estará de acuerdo.
Y dejemos la quejadera (vicio esteril): que Garcia Marquez vive en el extranjero, que es amigo de Fidel, que no ayuda a nuestro país, que es el colmo que él sea celebrado mientras el país se incendia, que esto y que lo otro, como si García Márquez, por el simple hecho de ser un escritor famoso tuviera que cargar con los líos que entre todos hemos armado; como si tuviera que ser una persona pía; siempre querida; límpida y transparente; más del reino de los cielos que del mundo. Pamplinas: él es un escritor consumado y no tiene porque venir a resolver entuertos porque, además, si lo hiciera, no lo haría nada bien ya que él es escritor, no político o tecnócrata. Y si es amigo de Fidel, pues que lo sea. No creo que esa amistad legitime ese regimen moribundo desligitimado ya suficientemente por el propio Fidel y compañía. Hay que juzgarlo por lo único que se puede juzgar a un escritor: por su obra, que habla por él. Juzgarlo por su forma de ver o de pensar la vida, de sus gustos o aficiones personales (si es que ningún mal le hacen a nadie) me suena, me suena... y no me gusta como se oye.
* * *
Apunte sobre el post anterior: gracias a todos por los comentarios sobre mi entrada anterior, un tema siempre polémico. Haciendo una pequeña conclusión sobre un tema del que se puede decir mucho, creo que la paternidad es un desafío para todos, heteros u homos, aunque sí, para estos últimos, como dice Milo, siempre será una labor aún más exigente. A quienes pasaron por aquí por primera vez, muchas gracias. Por otro lado, Joey hace alusión a algo que yo siempre he pensado: que los gay tenemos cierto complejo de Peter Pan, en parte, creo yo, por el hecho de querer ser eternos adolescentes, persiguiendo siempre la efímera juventud (y por perseguir hablo en todos los sentidos). Creo que es buena idea para un post posterior.