lunes, marzo 26, 2007

Cien Años de Soledad

Por estos días Gabo ronda en boca de todos: cumplió ochenta años el escritor, se celebró el aniversario 25 de haber recibido el Nobel y se cumplen 40 años de la publicación de Cien Años de Soledad. Hoy el autor fue celebrado en el Congreso de la Lengua en Cartagena. Mejor dicho, Gabo hasta en la sopa. Algunos dicen que es excesivo, pero creo que siempre serán mejores todos los homenajes que le hagan a uno en vida que un bello mausoleo conmemorativo. Además creo que Gabo, en su faceta de escritor, se los merece.

Leí Cien Años de Soledad a los 14 años y puedo decir, corriendo el riesgo de caer en clichés del más desgastado chovinismo literario, que ese libro representó para mí el más feliz de los descubrimientos. Mi vida cambió, tengo que decirlo, porque la fuerza y poder de ese libro llegó a lo más profundo de mi joven espíritu. A esa edad cualquier libro de más de 200 páginas se mira con recelo y se levanta con bostezos. Tengo que decir que en ese entonces (quién sabe como será ahora) era lectura obligada en el colegio y no tuve más remedio que tomar el ejemplar que había en la biblioteca de mi abuelo. Y pronto quedé prendado de la saga de los Buendía, leyendo sin pausa cada día durante dos semanas, maravillado de esa fábula colombiana y caribeña que se hace universal. Ahora que soy lector aficionado, tengo que decir que fue gracias a Cien Años que el hábito de la lectura se afianzó en mí desde la juventud, lo que ha sido toda una fortuna. Nada mejor que un libro para pasar esas tardes en que uno está solo y aburrido, alojado en un hotel lejos de todo, en un avión sin compañia o perdido en una playa soleada. No sé que haría sin ellos.

Por muchos años pensé que Cien Años era insuperable y lo consideraba mi libro favorito. No obstante siempre llegaron a mí otras maravillas impresas que me marcaron de otras maneras (y que ahora no voy a citar porque no viene al caso). Ahora pienso que Gabo ya no es más mi autor favorito, que ya escribió todo lo que tenía que escribir, que no todo lo que ha escrito es tan sobresaliente y que además, ya es hora de que otras voces colombianas sean leídas, como en efecto felizmente ha ido ocurriendo.

Cien Años de Soledad es el Génesis de nuestro país, de nuestra América, de nuestro mundo, y por eso es universal. Todas las historias están allí, el mundo (o casi todo) está resumido en sus páginas. El realismo mágico en su máxima expresión. Lo he leído en dos ocasiones más y cada vez lo he visto desde nuevas perspectivas, cada vez he leido un libro diferente (uno no se baña dos veces en el mismo río y así mismo, uno no lee dos veces el mismo libro, me dijo hace poco un ingenioso). Siempre he encontrado una obra magistral, llena de metáforas surrealistas de la vida. A propósito: ¿Y las mariposas amarillas? ¿Por qué son tan representativas del mundo macondiano? Mauricio Babilonia aparece ya hacia el final de la historia, siempre rodeado de mariposas de ese color, siguiendo enajenado a su enamorada. Yo creo que no son otra cosa que esas mariposas que uno siente en el estómago cuando está enamorado y son amarillas porque a Gabo le encanta ese color. Es decir, las mariposas amarillas son el amor. Tal exhibición tan vistosa de sentimientos le costo caro a Babilonia, el único personaje que realmente amó en la historia de Macondo, pues su osadía le valió un disparo por parte de su suegra, la amargada Fernanda del Carpio. Fue el padre del último descendiente de los Buendía, que nació con cola de cerdo, lo que anunciaba el fin de la estirpe condenada a vivir cien años de soledad.

Quien no lo haya leído todavía puede ir y comprar la edición conmemorativa que se ha publicado por estos días. Creo que es algo que todo colombiano debería hacer para que juzgue si es verdad todo lo que se ha dicho por estos días. Estoy seguro de que estará de acuerdo.

Y dejemos la quejadera (vicio esteril): que Garcia Marquez vive en el extranjero, que es amigo de Fidel, que no ayuda a nuestro país, que es el colmo que él sea celebrado mientras el país se incendia, que esto y que lo otro, como si García Márquez, por el simple hecho de ser un escritor famoso tuviera que cargar con los líos que entre todos hemos armado; como si tuviera que ser una persona pía; siempre querida; límpida y transparente; más del reino de los cielos que del mundo. Pamplinas: él es un escritor consumado y no tiene porque venir a resolver entuertos porque, además, si lo hiciera, no lo haría nada bien ya que él es escritor, no político o tecnócrata. Y si es amigo de Fidel, pues que lo sea. No creo que esa amistad legitime ese regimen moribundo desligitimado ya suficientemente por el propio Fidel y compañía. Hay que juzgarlo por lo único que se puede juzgar a un escritor: por su obra, que habla por él. Juzgarlo por su forma de ver o de pensar la vida, de sus gustos o aficiones personales (si es que ningún mal le hacen a nadie) me suena, me suena... y no me gusta como se oye.

* * *

Apunte sobre el post anterior: gracias a todos por los comentarios sobre mi entrada anterior, un tema siempre polémico. Haciendo una pequeña conclusión sobre un tema del que se puede decir mucho, creo que la paternidad es un desafío para todos, heteros u homos, aunque sí, para estos últimos, como dice Milo, siempre será una labor aún más exigente. A quienes pasaron por aquí por primera vez, muchas gracias. Por otro lado, Joey hace alusión a algo que yo siempre he pensado: que los gay tenemos cierto complejo de Peter Pan, en parte, creo yo, por el hecho de querer ser eternos adolescentes, persiguiendo siempre la efímera juventud (y por perseguir hablo en todos los sentidos). Creo que es buena idea para un post posterior.

lunes, marzo 19, 2007

Padres (gay) e Hijos (felices)

Últimamente mi instinto paternal (o maternal) se ha despertado. Me encantan los niños, son sin duda las personas más maravillosas que existen. Me gusta jugar, hablar con ellos. Admiro su sentido común, su mirada del mundo sin prejuicios, su risa fácil, su curiosidad sin límites, su capacidad de sorpresa, su energía inagotable. Sí, es cierto que lloran, gritan, hacen pataleo, discuten y alzan la voz y para completar, pueden ser crueles (sobre todo entre ellos). Sin embargo, creo que todas esas cosas son normales a esa edad o en el peor de los casos, se trata de pura y simple mala educación, y por lo tanto la culpa no es de los críos sino de sus padres.

Hace poco, tuve que almorzar solo en un restaurante y en la mesa de al lado estaba un joven padre con su hijito de unos dos años. El padre, con paciencia infinita, alimentaba a su hijito con tanta ternura que se me arrugó el corazón. Ese día, solo en la mesa, comprendí que una de las cosas más duras de aceptar de esta vida es la injusticia que representa el hecho de que la sociedad no nos da la oportunidad de ser padres y de que si acaso lo llegamos a ser, somos juzgados con severidad y vistos como monstruos. Dado que últimamente tengo mi espíritu justiciero alborotado, ese día en el restaurante tuve un nuevo ataque de indignidad. Tantos niños abandonados en este país, creciendo solos en un instituto y a aquellos de nosotros que quisiéramos tener hijos, nos darían un portazo en la cara si acaso fuéramos al Bienestar Familiar a preguntar por el proceso de solicitud. Parejas homosexuales estables (en lo sentimental y económico) podrían criar un hijo sin mayores problemas, estoy seguro. El problema estaría más de puertas para afuera que al interior de su casa. Las burlas crueles, las miradas de reproche, los prejuicios (aún entre otros familiares y amigos de la pareja) serían una dura prueba. Pero hay que acabar con todos los prejuicios, empezando, como siempre, entre nosotros mismos. No todos los gay somos unos perros fiesteros y drogadictos que no pueden cuidar ni siquiera de sí mismos. Es falso. Sentar cabeza también es posible en este mundo del arco iris: yo ya veo llegar el día en que mi espíritu fiestero me abandone y quiera dedicarme más a las labores del hogar. Y llegado ese día, ¿qué haré? ¿Criar sobrinos? ¿Y si uno no tiene sobrinos? ¿O si los sobrinos están lejos? No es lo mismo, en todo caso, alcahuetear sobrinos y ser el tío bacano que educar un niño. Sin embargo, en las actuales circunstancias, el papel del tío querido es lo mejor que podemos esperar que nos suceda.

En una ocasión anterior escribí que este es un tema que levanta ampolla y genera mucha resistencia, aun en sectores más liberales. Pero es el siguiente paso, luego de la legalización de nuestras vidas en pareja. Y no se trata, como algunos dicen, de un atentado contra la familia. El concepto de familia conformado por papá, mamá e hijos ya no es la norma. Hay familias de padres divorciados, madres solteras o de hijos criados por sus abuelos por doquier. La familia estándar está en vía de desaparecer, que le vamos a hacer. Sigue siendo ideal que alguien crezca al lado de sus dos padres pero no debe importar la orientación sexual de éstos (como tampoco si solo hay uno o dos). Yo siempre he querido preguntarles a aquellos que dicen que padres homosexuales producen hijos homosexuales ¿por qué entonces yo, criado por padres heterosexuales salí gay y no un machito hetero? Como siempre, la ignorancia aparece aquí como madre de todos los prejuicios.

No es que yo quiera en este justo momento de mi vida adoptar o tener un bebé por inseminación artificial, pero puede que un día esté listo para asumir esa etapa de la vida, tener una familia y convertirme en papá. Y ese día, entonces, tendré que asumir una nueva discriminación porque no podré ser un papá feliz, así como antes no pude ser un joven gay feliz, ¡que bonito! ¿Egalité, liberté et fraternité? Me encanta la democracia.

Encontré los siguientes resultados de varios estudios realizados en Estados Unidos entre hijos criados por parejas de padres homosexuales (la traducción es mía):

- No hay ninguna evidencia de que los niños con padres LGBT presenten daño psicológico o físico.

- Las personas con padres LGBT tienen la misma incidencia de homosexualidad que la población general, que es alrededor del 10%. Ningún estudio ha demostrado que padres LGBT afecten la sexualidad de sus hijos (Patterson, Charlotte J. 1992)

- Las investigaciones indican que los niños con padres LGBT están más expuestos a personas del sexo opuesto que muchos niños de padres heterosexuales (Rofes, E.E., 1983, Herdt, 1989)

- Los estudios demuestran que las personas con padres LGBT tienen una actitud más tolerante hacia muchos aspectos de la vida que personas con padres heterosexuales (Harris and Turner, 1985/86)

- Hijas de lesbianas tienen mayor autoestima que hijas de madres heterosexuales. Los hijos de padres gay son más serviciales y menos agresivos (Hoeffer, 1981)

- En mediciones de bienestar psicosocial, comportamiento en la escuela y relaciones y comportamientos románticos, los adolescentes con padres del mismo sexo se muestran tan adaptados como sus compañeros con padres de sexo opuesto. Un indicador más importante para predecir el comportamiento social y psicológico de los adolescentes es la calidad de las relaciones que tengan con sus padres (National Longitudinal Study of Adolescent Health, 2004)

- La mayoría de los problemas que deben enfrentar los niños con padres LGBT se refieren más a los retos de tener que lidiar con el divorcio, la homofobia y la transofobia en la sociedad que con la orientación sexual o la identidad de género de sus padres.

Hace poco oí que en España (país modelo para la igualdad de derechos de los homosexuales) los nuevos textos escolares hablan ahora sobre familias compuestas por padres e hijos, donde los padres pueden ser madres solteras, padres divorciados y a demás ambos pueden ser heterosexuales u homosexuales. La Iglesia, siempre retardataria, ha puesto el grito en el cielo. Prefieren, me imagino, que los niños de padres homosexuales sean acosados por sus compañeros más matoncitos. No entienden que este nuevo material hace que todos los niños aprendan de respeto y tolerancia, valores que la Iglesia predica pero no aplica. ¡Ay Jesús, lo que se hace en tu nombre!

Ahora bien, ¿estamos todos preparados para ser padres? Claro que no. Podemos ser buenos padres: por supuesto que sí. Nosotros también tenemos valores. Es verdad que no todos nosotros lo deseamos pero no podemos permitir que los juicios y prejuicios se levanten impunes contra aquellos que quieren y pueden serlo. Nuestra solidaridad como colectivo debe dirigirse hacia aquellas parejas homosexuales que deseen tener hijos porque están en todo su derecho. No podemos ser nosotros el vector principal de la discriminación.

Talvez me convierta en papá algún día. Y si ese día llega, que seamos felices, el niño, su padre, su madre y yo o quienes sean que estemos involucrados. Y si tal dicha, por elección o destino no llega, pues me dedicaré a consentir a mis sobrinos y los hijos de mis amigas, lo que también me hará muy feliz.